por Penelope » 14 Jun 2009, 22:47
Uno de los enigmas que ha desvelado a generaciones de historiadores se refiere a los cuarenta años perdidos del profeta Moisés en la tierra de Egipto. Muy poco o nada se ha escrito acerca de su niñez y juventud, una deuda que mantenía la Historia con el pasado del impulsor del monoteísmo moral.
Las únicas frases contenidas en las escrituras (Éxodo 2:1/15, Éxodo 11:3 y Hechos 7:21/22) se resumen así: a los tres meses de edad fue expuesto al Nilo y recogido por la hija del rey, quien lo introdujo en palacio, lo protegió y le brindó educación en toda la sabiduría egipcia. Ya mayor llegó a ser un gran personaje del reino, admirado tanto por los grandes funcionarios como por el pueblo, poderoso gracias a sus palabras y a sus obras, hasta que un día dio muerte a un súbdito y para escapar de la ira del nuevo faraón huyó del país. Es lo único que sabíamos de sus primeros cuarenta años de vida, hasta el moderno descubrimiento en Deir el Bahari de su cripta secreta -TT353- y de su sorprendente contenido arqueológico.
¿No hay huellas en Egipto?
En la tierra de los faraones se suponía que no existían vestigios de su paso, no obstante haber sido según las escrituras una importante y famosa figura pública. Se creía que ninguna estatua, estela ni monumento se ocupaba del profeta, motivo por el que muchos coincidían que la supuesta vida en Egipto se aproximaba más a la leyenda que a la realidad e incluso que su existencia misma se confundía con el mito. Hay egiptólogos e historiadores minimalistas bíblicos que aún opinan -en contra de las pruebas materiales- que el Pentateuco sólo contiene relatos inventados y rechazan en bloque toda la arqueología bíblica. Sin embargo, ahora los estudiosos han podido verificar, basados en los nuevos hallazgos arqueológicos, que está materialmente demostrada la presencia del pueblo de Israel en Egipto y la existencia histórica de Moisés o Mosen, su conductor político y religioso, hechos confirmados desde el descubrimiento de las pruebas materiales en su tumba tebana 353 excavada en 1927, además de la evidencia de que los primeros cinco libros de la Biblia forzosamente debieron ser escritos por alguien, “y que ese alguien haya sido Moisés u otro bajo ese nombre, tiene importancia secundaria” (sir Leonard Woolley, Los comienzos de la Civilización, Unesco).
Ahora sí hay huellas
En el marco de una reciente tesis universitaria y una narrativa histórica indagamos las fuentes documentales basándonos en lo extraño que resulta que una civilización gráfica como Egipto -tan afecta a dejar registros de su pasado- hubiera omitido decirnos algo sobre este gran personaje, funcionario que había sido admirado y poderoso ante los ojos del pueblo y de los servidores reales durante al menos dos décadas. ¿Es posible que se lo haya buscado bajo un nombre incorrecto o en la época equivocada? Si tal es el caso, ¿no es plausible que la verdad haya permanecido muchos años ante nuestros ojos y hayamos sido incapaces de verla?
La época
En el primer libro de los Reyes 6:1 se lee que el Éxodo de Egipto aconteció 480 años antes de que Salomón iniciara la construcción del primer templo en Jerusalén, en el cuarto año de su reinado. El éxodo debió acontecer hacia el 1440 antes de nuestra era y el nacimiento de Moisés (ochenta años antes) en -1520, fecha que coincide exactamente con la fijada en el sorprendente calendario astronómico pintado en la tumba de Senmut (TT353), explorada en 1927 por el arqueólogo Herbert Winlock. En -1520 la princesa real, hija única del rey, nacida de Tutmosis I y de Ahmes, era Hatshepsut, por entonces una princesa adolescente. Pocos años después fue esposa real de Tutmosis II y dos décadas más tarde, cerca de -1497 era coronada faraón, la única mujer de la historia que alcanzó el faraonato. Las cuatro décadas de gobierno sucesivo de Tutmosis II y de Hatshepsut (desde-1520 a -1480) concuerdan a la perfección con los 40 años de vida de Moisés en Egipto.
En el libro del Éxodo se indica (capítulo 2: verso 10) que era un niño sin nombre y que la hija del rey lo bautizó diciendo: “del agua lo he sacado”. La princesa era egipcia, igual que su idioma. Agua es mu (mw); aguas que fluyen, muut, y la patrona de la fertilidad de las aguas de la inundación, Mut. Sen es hermano, es decir que el significado resulta “hermano de las aguas”, confirmado por el texto de su estatua Chicago: “Yo he salido de las aguas, entregado a la creciente del Nilo” y de sus estatuas Brooklyn, Fort Worth y Louvre: “Soy hebreo, un alma proveniente del Delta, del país de Ramsés”, entre casi un centenar de pruebas arqueológicas cruzadas coincidentes entre los escritos de Senmut y el libro de Moisés o Pentateuco.
El hombre fuerte designado por la faraón Hatshepsut para gobernar Egipto fue su hijo adoptivo y amado protegido Sen Mut (inversión silábica del nombre Mo Sen), a quien reconoció como hijo propio al nombrarlo príncipe hereditario (estatua British), y le confió más de ochenta cargos políticos, administrativos, legislativos y judiciales, convirtiéndolo en un virtual faraón sin corona durante diecisiete años. La suma de evidencias concordantes entre la asombrosa carrera de este hombre y lo que narra la Biblia acerca de Moisés sobrepasa holgadamente el límite de la casualidad.
Los numerosos cargos que ejerció respectivamente a la cabeza política de los pueblos de Egipto e Israel, incluían la supervisión del ganado y de los graneros, la jefatura del gobierno, la custodia del oro, de la plata y de las artesanías sagradas, poder sobrenatural sobre las aguas, dirección de las obras y trabajos, la recaudación de impuestos y administración de las rentas; último en la instancia judicial, escriba y distribuidor de los alimentos, gran heraldo, intermediario entre el soberano y los notables, superintendente del culto, profeta, poderoso e influyente. En la tierra de Egipto su carrera coincide exactamente con sus antecedentes bíblicos: fue protegido desde niño por la hija del faraón, ha vivido en la misma época, en la misma corte real, educado en toda la sabiduría de Egipto, era un gran personaje público, poderoso por sus palabras y por sus obras, admirado por el pueblo y los funcionarios, y desapareció de la historia del Nilo alrededor de sus cuarenta años (según edad aparente del autorretrato adjunto realizado en su cripta secreta en -1482, un año antes de la caída de Hatshepsut). Senmut no murió en su país, sus dos criptas no albergaron ritos fúnebres y su momia jamás hallada, y mientras se perdían noticias de él, en Madián hacía su aparición el egipcio Moisés o Mosen apacentando el ganado de su futuro suegro.
El resto de las evidencias concordantes halladas, casi un centenar, ha sido volcado en artículos y ensayos elaborados en base a la citada investigación de fuentes arqueológicas, cronológicas e históricas. En la Biblia figuran cientos de personajes principales y secundarios, pero no hay descripción física de ninguno de ellos. Desconocemos como era el rostro del caudillo hebreo, protagonista central del antiguo testamento. Pero ahora el público tiene a la vista veinticuatro estatuas, y gran número de pinturas y autorretratos en los museos de Chicago, egipcio de El Cairo, Museo Británico, Metropolitano de Nueva York, Kimbell Art, de Brooklyn, de Munich y de Berlín, entre otros.