En mi memoria todavía resuena el eco de algunas obras manuscritas que sus autores dejaron inacabadas a causa de su fallecimiento. Mi memoria es flaca y no recuerdo la mayor parte de esos títulos, pido disculpas por ello. Pero a poco que dediquemos un poco de tiempo a buscar por Internet, encontraremos muchas de las cosas que buscamos.
Una cosa que encontré es la publicación de las novelas “Los ojos del tiempo” y “Culpable o el ala de la sombra”. Estas obras las publicó en 2006 la editorial Alianza y pertenecen al prolífico escritor gaditano Fernando Quiñones. El asunto no tendría nada de particular si no fuera porque este autor falleció en Cádiz el 17/11/1998. ¿Cómo puede ser que se publique acabada una obra que el escritor dejó inconclusa? La miembro del profesorado de la Universidad de Cádiz, la Dra. Nieves Vázquez Recio, fue la responsable de poner en limpio los textos manuscritos, incorporando siempre que le fue posible interpolaciones y correcciones del autor. Naturalmente, como autor de las novelas figura el escritor Fernando Quiñones. Este es solo un ejemplo, pero hay más.
Por lo tanto, y respondiendo a la cuestión que me plantea sobre la aparente narración de la muerte de Moisés por él mismo, paso a lo siguiente.
La narración del fallecimiento de Moisés la encontramos en Deuteronomio 34: 1-9. Estos textos están escritos en segunda persona, ése es el sentido de las siguientes palabras: “Entonces Moisés procedió a subir…, Y Jehová se puso a mostrarle… Y Jehová pasó a decirle… Después de eso, Moisés el siervo de Jehová murió allí en la tierra de Moab…”. Resulta bien evidente que alguien puso la conclusión a un libro que había comenzado a escribir el propio Moisés, sí, ¿pero quién? La respuesta la tenemos en el versículo 9. Este no fue otro que el lugarteniente de Moisés, sin duda se trataba de Josué, el hombre de confianza de Moisés. No cuesta mucho llegar a esta conclusión.
Usted dice que la escritura hebrea no existía. No existía ¿cuándo? Mire, recientes investigaciones arqueológicas realizadas en las cuevas del macizo del Sinaí, en los mismos lugares en donde los egipcios tenían sus minas de piedras semipreciosas y oro, allí se han descubierto grafitis escritos en caracteres hebreos primitivos que algún esclavo semita hizo durante sus largas y pesadas jornadas de minería. No se sabe quién pudo haber sido este individuo, pero deja bien claro que los antiguos hebreos ya tenían una forma de escritura. Moisés, quien apareció en Egipto casi en el último tramo de la esclavitud hebrea, tuvo que conocer esta escritura. Y Moisés no solo tuvo que conocer esta escritura (el hebreo antiguo) sino, además, uno o los tres estilos de escritura egipcios que existen, como príncipe de Egipto que había sido educado.
Qué ¿qué tiene que ver el evangelio de Mateo con la autoría de la Torá? Uno se plantea estas preguntas cuando no contempla la Biblia como un conjunto, sino como partes separadas y distintas. Creo que este razonamiento es la consecuencia de acogerse a la llamada “teoría documental” de la que ya hemos hablado, y en cualquier diccionario se verá que una teoría es solo especulación, no hechos probados.
Usted dice que Mateo no es el escritor del evangelio que lleva su nombre. Es cierto que este evangelio no menciona ni una sola vez a su autor material, pero el testimonio de los historiadores eclesiásticos primitivos, por la cercanía con las fuentes originales, deja fuera de toda duda quién es su escritor material. La Cyclopaedia de McClintock y Strong declara lo siguiente: “Hegesipo, Ireneo, Taciano, Atenágoras, Teófilo, Clemente, Tertuliano y Orígenes citan pasajes de Mateo. Consideramos probado el hecho de que el libro que poseemos no ha sido objeto de ningún cambio repentino, no solo por la materia que contiene, sino también por la manera como se cita del libro (del evangelio con el nombre de Mateo), por la confianza con que se hace referencia a él como a una autoridad establecida y por la ausencia de toda señal de duda”, - reimpresión de 1981, tomo V, pág. 895.
Siempre a su disposición le saluda atentamente un aficionado:
Carter L.M.