Durante unos trabajos rutinarios de conservación en el templo de Luxor se descubrió en 1989 un importante escondrijo en el que estaban enterradas estatuas de varias divinidades. La primera pieza que se rescató fue un grupo escultórico con el faraón Horemheb arrodillado ante el dios Atum, presentándole ofrendas.
La postura de rigidez y seriedad del dios primigenio irradia toda su dignidad, está aquí representado con la doble corona egipcia y sosteniendo el símbolo de la vida en sus manos.
Con Horemheb se completó el regreso al culto tradicional, y se multiplican las representaciones del rey junto con varios dioses.