Sacrificar sirvientes para que atiendan a las necesidades del difunto en el otro mundo fue una costumbre bastante extendida. Por la misma época de los sumerios y los egipcios de las primeras dinastias, los chinos de las dinastia Shang y Chou también la tenían. El famoso ejército de terracota del emperador Shi Huang Di, de la dinastìa Ching, se hizo para sustituir a los soldados que hasta ese tiempo eran enterrados con el emperador difunto; pero las concubinas jovenes que no le habian dado hijos y varios sirvientes fueron enterrados vivos, según la vieja costumbre. A partir de la dinastía Han se proveyó al difunto de maquetas e imágenes de sirvientes similares a los ushabtis egipcios. En el Japón anterior a los samurai también existia esta costumbre, pero la suprimió un emperador que quedó traumatizado por los gritos desesperados de los sirvientes que fueron enterrados con el cadaver de su padre y ordenò que cuando èl muriese debian usarse estatuillas.
En tiempos de Ramses II y Merneptah los aqueos aún hacian sacrificios funebres. En la Iliada y otros relatos sobre la guerra de Troya se nos dice que en los funerales de Patroclo y Aquiles se degollaron prisioneros troyanos nobles de ambos sexos cuyos cuerpos fueron quemados en la misma pira que el cadaver del heroe difunto. Parece que el alma de Aquiles no quedó satisfecha con sus honras fúnebres porque tras la caída de Troya amenazò a los aqueos con fastidiarles el viaje de regreso si antes de embarcarse no le sacrificaban frene a su tùmulo funerario a la princesa Polixena.