Sumergiéndonos en Tesoros Sumergidos

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El oro, en diversos objetos, también forma parte de lo que se ha rescatado de las aguas.


Diversas hojas y alambres de oro que deben ser los sobrantes del trabajo de un orfebre.










Dos anillos de oro: uno de chatón cuadrado, sin duda un anillo funerario y el otro de chatón oval.
Dos colgantes de oro: uno engastado con una perla de granate y el otro con un engaste móvil rectangular.


Estatera: Durante la conquista de la India. Alejandro Magno lucha heroicamente contra el rey Poros y sus elefantes. Su retorno victorioso a lomos de un elefanta es ya legendario.
Con esta moneda suntuosa y rarisima, Ptolomeo I, ex general de Alejandro, explota el episodio glorioso para afirmar su legitimidad en el trono de Egipto. Curiosamente está representado el primer soberano lágida.
Las figurillas de elefantes se convertirán después en ofrendas. Sirven para agradecer a las divinidades el éxito de una partida de caza o para pedir protección en la batalla.

Moneda: En el anverso está el perfil del rey. En el reverso, el águila de Zeus, que se convirtió en el símbolo de la dinastía Lágida.

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Pequeñas cabezas femeninas, muy similares aunque sean bastante distantes en el tiempo.


Se trata de una cabeza que podría pertenecer a Berenice II. Los cabellos, de finos mechones, se recogen en la parte posterior de la cabeza.



Se trata de un retrato oficial de Antonia Minor, madre de Claudio. Su superficie está muy alterada, no obstante se ha podido identificar gracias al cabello dividido en dos masas sinuosas que se reunen en la nuca.

Como podemos ver, tanto el estilo del rostro como el peinado y el cabello, son practicamente iguales.

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Para que nosotros disfrutemos de estas piezas, han tenido que ser rescatadas del fondo submarino previamente. En las siguientes imágenes podemos ver unos ejemplos (nimios), del trabajo que ello conlleva.







Y este es el resultado, piezas limpias y restauradas para nuestro deleite. En esta ocasión vemos una representación típicamente romana de un dios fluvial, en este caso el Nilo.

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Ptolomeo II (284 - 246 a.C.) emprendió unas obras gigantescas con movimientos de tierras para construir un dique que uniera la ciudad a la isla de Faros. Este dique, denominado Heptastadio, delimita dos puertos en la ensenada: uno al oeste y otro al este. Este último se conocía como Gran Puerto, o Portus Magnus. Están comunicados por dos brechas en el Heptastadio.

La obras portuarias descubiertas en la parte occidental del Portus Magnus eran sin duda las de una zona de transito hacia el otro puerto. Se han encontrado también restos de astilleros (o navalia).


En la parte oriental del Portus Magnus se pueden observar tres conjuntos portuarios. Están protegidos por el relieve de los vientos del este. Prolongan los acantilados naturales, formando una especie de penínsulas. En ellas se construyen templos y residencias reales, como el Timonio, donde tenia pensado retirarse Marco Antonio. Una de estas penínsulas recibe el nombre de Antirodos, alusión a sus obras, que ribalizaban con las de Rodas.

Al entrar, el navegante pasaba ante una de las Siete Maravillas del mundo antiguo, el famoso faro de Alejandría. Su fuego alumbraba a un centenar de millas marinas. Esta torre de 135 metro de altura toma su nombre del islote rocoso en el que estaba construida: Faros.


La exploración de los fondos marinos del Portus Magnus, ha revelado complejas instalaciones marítimas así como vestigios de los barrios reales.


Los muelles y diques se realizan con bloques de piedra caliza y a veces con mortero y madera, material que sin embargo es escaso en Egipto.


Los palacios y los templos construidos sobre promontorios rocosos, se alzaban sobre el Portus Magnus. Al este estaban los puertos reales y militares, al oeste los puertos mercantes, almacenes y astilleros.

La capital poseía un segundo puerto (que aun sigue existiendo) al oeste de la rada. Este puerto era marítimo y fluvial, pues en él desembocaba el canal que unía la ciudad a algunos de los brazos del Nilo, abasteciendo a la población de agua dulce y productos del Delta.

Alejandría comerciaba con dos mundos: por un lado el Mediterraneo, por otro el de tierra adentro y, mas allá. el Mar Rojo y los pises ribereños del Océano Indico.

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La manera de representar a los dioses en este periodo era muy distinta de la de épocas anteriores. Muchos dioses griegos e incluso romanos, asumieron las cualidades y personalidad de los antiguos dioses egipcios. En cuanto a la clase sacerdotal, tanto ellos mismos como sus vestiduras y símbolos, distaban mucho de los servidores de los dioses de los faraones.

Veamos un par de ejemplos:


Reconocible por su manto sujeto al hombro derecho, Hermes, el mensajero de los dioses, asumió en Alejandría los atributos del dios egipcio Thot. En este caso, además, podría tratarse de una representación de Ptolomeo III con apariencia de dios.

Y ahora comparemos el dios anterior con uno de los clásicos:




Pasemos a ver la representación de un joven sacerdote:


El sacerdote lleva el cráneo cuidadosamente rasurado, como exigen sus funciones de culto.


En sus manos lleva una vasija coronada por una cabeza humana que luce barba y nemes: una representación de Osiris, el dios egipcio resucitado de entre los muertos.


Sus manos no tocan esta vasija denominada Osiris-canopo, están ocultas bajo los pliegues de una capa con drapeado griego para no permitir el mas leve contacto con el objeto sagrado. La postura flexible del adorador y su rostro expresivo, son también característicos de las estatuas griegas.

Este sacerdote, que es el representante de una nueva piedad egipcia, expresa magníficamente el sincretismo que caracteriza al Egipto grecorromano.


Como en el caso anterior comparemos este sacerdote con otro, del dios Osiris precisamente:




Una vez mas, el resultado de las comparaciones salta a la vista.